Queridos colegas,
Quienes nos quejamos del desprestigio del estamento docente, erramos. Erramos como lo hicimos al escoger nuestra profesión. Quien no me crea, que pase por una sala de profesores y preste atención. Ya no se habla de política, hipotecas, fútbol, chismorreos ni se cuentan chistes. Éste es el nuevo cuadro:
- un biólogo dispara una ristra de referencias legales;
- una tecnóloga replica llenándose la boca de latinismos judiciales… y sabiendo lo que dice;
- un matemático sale al quite invocando recursos de casación y amparo, tribunales superiores y audiencias provinciales;
- un profesor de FOL interrumpe el cursillo acelerado de fiscalidad que daba al de Latín para salir en auxilio del biólogo, e inicia una disquisición sobre lo que va a pasar con la no ejecución de las sentencias referidas por la tecnóloga, para rebatir al biólogo basándose en un artículo de código civil;
- todos acaban enzarzados en la interpretación de dicho artículo.
Así hasta que suena la sirena. Cualquier oyente ocasional dudaría si se encuentra en una sala de profesores o en el discurso de ingreso de un nuevo miembro de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Tal es el manejo de los términos, tal la precisión con que se invocan Decretos o Reales Decretos, Órdenes e Instrucciones, tal la sutileza de las interpretaciones de los tiempos verbales de los textos legales. ¡Un derroche de conocimientos! Prueba de que nuestra vocación era otra. Aceptémoslo.
Cualquier profesor que quiera estar al día de lo que las diversas administraciones educativas han ideado, tiene que haberse convertido, a la fuerza, en un leguleyo.
Y eso es lo que somos: leguleyos. Leguleyos que vagan por los centros educativos, subrayan leyes, pegan post-it por todas ellas, redactan planes, actualizan conforme a legislación sus programaciones, levantan actas de comisiones y grupos de trabajo, firman compromisos con alumnos, padres y educadores sociales, asisten a reuniones, realizan cursos de deformación, rellenan informes… y, de vez en cuando, dan clase; porque ir hay que ir, pero dar clase, es otro cantar.
¿Exagero? Un caso práctico. Traten de reunir la normativa vigente para la recopilación de curricula que promueve C. Macías en www.estudiosclasicos.org. Les emplazo a buscar los currículos vigentes de Cultura Clásica, Latín y Griego, así como los que funcionarán desde septiembre de 2008 (para ir preparando el campo). Les doy una ventaja: sólo jugamos en Andalucía.
Se encontrarán que están aprobadas la LOE y la LEA; que hay restos de la LOCE e incluso de la LOGSE. Se encontrarán que la Cultura Clásica se rige este curso, en tercero, por una Orden de la Junta de Andalucía del pasado agosto, pero que en cuarto depende de una Orden de optatividad de febrero de 2000. ¿Y el año que viene? Nada de esta Cultura Clásica de 4º, que viene el Latín. ¡Que viene, que viene! Pero que no se sabe por dónde, que en Andalucía todavía no se ha desarrollado. Pero no se preocupen, que al despuntar septiembre aparecerán unas instrucciones sobre organización y oferta de las asignaturas cuando las matrículas estén hechas.
¿Y el Bachillerato? Este curso se ha hecho siguiendo un Real Decreto de 2003. El curso que viene está sometido a un Real Decreto de noviembre de 2007 que desarrolla la LOE. ¿Me siguen? Entretanto, ha aparecido la LEA. Del Bachillerato en Andalucía para dentro de unos meses, rien de rien. Además, ¡ojo al parche! Que viene el “bachillerato flexible”, el del don de la ubicuidad: los alumnos de segundo que tengan pendientes Latín y/o Griego de primero, se matriculan en segundo, pero asisten a Latín y/o Griego de primero. ¿Y en aquellos institutos con un solo profesor en el Departamento de Clásicas? ¿Cuál es la solución? La mitosis: así podrá hacerse un horario flexible y motivador para los intereses del futuro bachiller malgrè lui.
Perdón, ¿he escrito Departamento de Clásicas? Rectifico, de Latín: que la ley dice que si tiene docencia en Bachillerato, aunque dé Griego, el Departamento se llama de Latín, no de Clásicas.
No sigo, les dejo que completen el galimatías. Fíjense que además de saber qué disposiciones están en vigor, hay que leerlas… si coleones haberemus (Plautus scripsit).
Quién duda ya de que el profesor que cumpla los designios de la Administración no se ha convertido en un leguleyo. Quién duda de que debe cambiar el Bayet por el Aranzadi, la tiza por la toga y el aula por el tribunal. Lo dicho, ¡leguleyos!
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